La valoración de una propiedad inmobiliaria es un proceso complejo que involucra múltiples variables que interactúan entre sí. Determinar el valor real de un inmueble requiere considerar aspectos que van desde la ubicación geográfica hasta las tendencias económicas del momento. La tasación profesional analiza tanto elementos tangibles como el estado de conservación o los materiales de construcción, como factores intangibles como la percepción de seguridad en la zona o las proyecciones de desarrollo urbano.

Factores geográficos que influyen en el precio inmobiliario

Los aspectos geográficos constituyen algunos de los elementos más determinantes en la valoración de propiedades. La localización no es simplemente una coordenada en el mapa, sino un conjunto de características que definen la experiencia de vivir en determinado lugar. El valor de un inmueble está intrínsecamente ligado a su entorno, las infraestructuras cercanas y las posibilidades que ofrece a sus habitantes.

Diversos estudios de mercado han demostrado que dos viviendas idénticas en términos de tamaño, antigüedad y características pueden diferir hasta en un 40% en su valoración dependiendo exclusivamente de su ubicación. Este factor es tan relevante que muchos expertos del sector aplican el principio de las "tres L" del mercado inmobiliario: location, location, location (ubicación, ubicación, ubicación).

La ubicación geográfica es el único factor en la valoración de propiedades que no puede modificarse o mejorarse con reformas, lo que la convierte en el elemento más crítico a considerar antes de cualquier inversión inmobiliaria.

Las características geográficas van más allá de la simple dirección postal e incluyen aspectos como la topografía del terreno, la exposición a la luz natural, las vistas, la altitud o la proximidad a elementos naturales como ríos, lagos o el mar. Todos estos componentes pueden incrementar o reducir significativamente el valor de tasación de un inmueble.

Ubicación del inmueble dentro de la ciudad

La localización específica dentro del entramado urbano es posiblemente el factor más influyente en la valoración de una propiedad. Las zonas céntricas suelen mantener valores más estables y elevados que las periféricas, aunque esta tendencia puede variar dependiendo del desarrollo urbano y la planificación territorial de cada ciudad. En Madrid, por ejemplo, distritos como Salamanca o Chamberí mantienen consistentemente precios por metro cuadrado significativamente más altos que otras zonas.

La proximidad al centro histórico, financiero o comercial de la ciudad suele ser un factor de revalorización importante. Sin embargo, en los últimos años se ha observado una tendencia creciente hacia la valoración de barrios residenciales bien comunicados pero con menor densidad poblacional, que ofrecen mayor tranquilidad sin renunciar a las ventajas de la vida urbana.

La orientación del inmueble también juega un papel relevante. En el hemisferio norte, las viviendas con orientación sur reciben más luz natural durante todo el año, lo que las hace más atractivas y puede incrementar su valor hasta en un 10% respecto a propiedades similares con orientación norte. De igual manera, las vistas despejadas, especialmente si incluyen elementos naturales o edificios emblemáticos, pueden suponer un plus considerable en la valoración.

Cercanía a servicios públicos y comercios

La proximidad a servicios esenciales como centros educativos, hospitales, parques o zonas comerciales impacta directamente en el valor de las propiedades. Un inmueble ubicado a poca distancia de una amplia oferta de servicios permite a sus habitantes satisfacer sus necesidades cotidianas sin grandes desplazamientos, incrementando significativamente la calidad de vida y, por ende, el valor de la vivienda.

Los estudios de mercado indican que la cercanía a colegios de prestigio puede aumentar el valor de un inmueble entre un 5% y un 12%, especialmente en zonas donde la demanda de plazas escolares es alta. De igual manera, la proximidad a hospitales, centros de salud y farmacias es particularmente valorada por ciertos segmentos de compradores, como familias con niños pequeños o personas de edad avanzada.

La disponibilidad de superficies comerciales, restaurantes y espacios de ocio en un radio cercano también contribuye positivamente a la valoración. En particular, el acceso a zonas verdes y espacios abiertos ha ganado relevancia en los últimos años, especialmente tras la pandemia de COVID-19, que puso de manifiesto la importancia de contar con áreas de esparcimiento cercanas al hogar.

Accesibilidad a medios de transporte público

La conectividad y facilidad de desplazamiento constituyen factores determinantes en la valoración inmobiliaria, especialmente en grandes núcleos urbanos. La proximidad a estaciones de metro, paradas de autobús, estaciones ferroviarias o intercambiadores de transporte puede incrementar el valor de una propiedad hasta en un 15%, según diversos estudios del sector.

En ciudades con alta densidad de tráfico, como Barcelona o Madrid, la cercanía a la red de metro es especialmente valorada. Estadísticas del sector indican que las propiedades situadas a menos de 500 metros de una estación de metro pueden tener un valor hasta un 10-12% superior respecto a inmuebles similares situados a mayor distancia. Este factor es especialmente relevante para inversores que buscan propiedades para alquiler, ya que la buena comunicación es uno de los requisitos más demandados por los inquilinos.

La accesibilidad no solo se refiere a la proximidad física a los medios de transporte, sino también a la calidad y frecuencia del servicio. Una zona bien conectada pero con servicios de transporte saturados o poco fiables puede no beneficiarse tanto de este factor de revalorización. Asimismo, la facilidad de acceso a grandes vías de comunicación y autopistas es un factor relevante, especialmente para quienes utilizan vehículo privado.

Características arquitectónicas valoradas en el mercado actual

Los aspectos arquitectónicos y constructivos de un inmueble constituyen el segundo gran bloque de factores que determinan su valoración en el mercado. A diferencia de la ubicación, estos elementos pueden modificarse mediante reformas o rehabilitaciones, aunque algunas características estructurales son difícilmente alterables sin grandes inversiones. El estado de conservación, la calidad constructiva y el diseño arquitectónico pueden incrementar significativamente el precio de tasación de una propiedad.

La antigüedad del inmueble puede influir de diferentes maneras en su valoración. Por un lado, las construcciones más recientes suelen incorporar mejores materiales, sistemas más eficientes y diseños más adaptados a las necesidades actuales. Por otro lado, edificios históricos o con elementos arquitectónicos distintivos pueden alcanzar valoraciones muy elevadas debido a su carácter único y al prestigio asociado a determinados estilos o épocas constructivas.

En los últimos años, la eficiencia energética se ha convertido en un factor cada vez más relevante en la valoración inmobiliaria. Los inmuebles con certificaciones energéticas favorables (A, B o C) pueden alcanzar valoraciones hasta un 8% superiores a propiedades similares con peores calificaciones. Esta tendencia refleja tanto la creciente conciencia medioambiental como la búsqueda de ahorro en los gastos de mantenimiento por parte de los compradores.

Diseño y estilo de la construcción

El diseño arquitectónico y el estilo constructivo tienen un impacto considerable en la valoración de un inmueble. Las propiedades con diseños funcionales, que aprovechan eficientemente el espacio y la luz natural, suelen tener mejor acogida en el mercado y, por tanto, valoraciones más elevadas. De igual manera, los edificios con elementos arquitectónicos distintivos o de autores reconocidos pueden alcanzar precios significativamente superiores a la media de la zona.

Las tendencias en diseño arquitectónico evolucionan con el tiempo, pero ciertos estilos mantienen su valor independientemente de las modas. Los inmuebles clásicos con elementos originales bien conservados, las construcciones modernistas o art déco en buen estado, o los edificios históricos rehabilitados suelen mantener valoraciones estables o incluso crecientes. Por otra parte, las construcciones contemporáneas que incorporan criterios de sostenibilidad, domótica o diseños vanguardistas también pueden alcanzar valoraciones premium.

La altura de techos, la distribución de las estancias o la presencia de elementos singulares como chimeneas, molduras o vigas vistas pueden incrementar sustancialmente el valor percibido de una propiedad. En el segmento de lujo, detalles como escaleras de diseño, dobles alturas o ventanales panorámicos son altamente valorados y pueden justificar incrementos significativos en el precio final.

Calidad de los materiales utilizados

La calidad constructiva y los materiales empleados en un inmueble son factores determinantes en su valoración y durabilidad a largo plazo. Las propiedades construidas con materiales nobles y duraderos como piedra natural, maderas de calidad o acero de alto rendimiento suelen mantener mejor su valor con el paso del tiempo y requieren menor inversión en mantenimiento.

En elementos visibles como pavimentos, revestimientos o carpinterías, la calidad percibida influye directamente en la valoración del inmueble. El mármol, la madera maciza o el porcelánico de alta gama en suelos; la carpintería exterior de aluminio con rotura de puente térmico o de madera tratada; y los acabados en materiales naturales suelen asociarse a construcciones de mayor calidad y, por tanto, justifican valoraciones más elevadas.

La calidad no solo se refiere a los materiales visibles, sino también a elementos estructurales y técnicos como el aislamiento térmico y acústico, las instalaciones eléctricas, la fontanería o los sistemas de climatización. Estos componentes, aunque menos evidentes a simple vista, tienen un impacto significativo en la habitabilidad y el confort de la vivienda, aspectos cada vez más valorados por los compradores actuales.

Funcionalidad y distribución de los espacios

La distribución interior y la funcionalidad de los espacios son aspectos fundamentales en la valoración de cualquier inmueble. Las propiedades con diseños eficientes, que maximizan el aprovechamiento del espacio disponible sin comprometer la comodidad, suelen tener mejor acogida en el mercado actual. La tendencia hacia espacios diáfanos, especialmente en zonas de día, refleja los cambios en los estilos de vida y las preferencias de los compradores contemporáneos.

El número de habitaciones y baños en relación con la superficie total es un indicador clave de la funcionalidad de una vivienda. Una distribución equilibrada, que asigne espacio suficiente a cada estancia según su función, contribuye positivamente a la valoración. Sin embargo, las necesidades varían según el perfil del comprador: mientras las familias valoran más el número de dormitorios, otros perfiles pueden priorizar espacios comunes más amplios.

  • Cocinas integradas con zonas de estar y comedor
  • Dormitorios principales con baño en suite y vestidor
  • Espacios polivalentes adaptables a diferentes usos
  • Zonas de almacenamiento suficientes y bien distribuidas
  • Áreas exteriores como terrazas o balcones accesibles

La presencia de espacios exteriores privados como terrazas, balcones o jardines ha ganado especial relevancia en los últimos años. Una terraza bien dimensionada puede incrementar el valor de un inmueble entre un 5% y un 15%, dependiendo de su tamaño, orientación y vistas. De igual manera, elementos como trasteros o plazas de garaje, especialmente en zonas urbanas con problemas de aparcamiento, pueden suponer un importante valor añadido.

Aspectos económicos determinantes en la tasación inmobiliaria

Los factores económicos constituyen el tercer pilar fundamental en la valoración de propiedades inmobiliarias. Estas variables macroeconómicas y de mercado tienen un impacto directo en la oferta y demanda de vivienda, influyendo significativamente en los precios finales de tasación. A diferencia de los factores físicos o geográficos, los aspectos económicos suelen ser más volátiles y pueden experimentar cambios sustanciales en periodos relativamente cortos.

La evolución de los tipos de interés, especialmente los relacionados con préstamos hipotecarios, influye directamente en la capacidad de compra de los potenciales adquirientes y, por tanto, en la demanda y los precios del mercado inmobiliario. Periodos con tipos de interés bajos suelen coincidir con incrementos en los precios de la vivienda, mientras que subidas pronunciadas en los tipos pueden provocar caídas en la demanda y ajustes a la baja en las valoraciones.

El ciclo económico general también afecta de manera significativa a las valoraciones inmobiliarias. En fases de expansión económica, con baja tasa de desempleo y mayor confianza de los consumidores, el mercado inmobiliario suele experimentar mayor actividad y presión al alza en los precios. Por el contrario, en periodos recesivos, la incertidumbre económica puede reducir la demanda y provocar ajustes en las valoraciones, especialmente en segmentos no prioritarios como segunda residencia o inmuebles de lujo.

Situación económica general del país

El contexto económico nacional constituye el marco general en el que se desarrolla toda actividad inmobiliaria. Indicadores como el PIB, la tasa de desempleo, la inflación o el nivel de renta disponible de los hogares tienen una correlación directa con la evolución del mercado de la vivienda y, por tanto, con las valoraciones inmobiliarias.

En periodos de crecimiento económico sostenido, con creación de empleo y aumento de los salarios reales, se observa típicamente un incremento en la demanda de vivienda, tanto para uso propio como para inversión. Esta mayor presión compradora suele traducirse en valoraciones al alza, especialmente en zonas con oferta limitada. Por el contrario, crisis económicas como la experimentada en 2008 o la provocada por la pandemia o más recientemente por las tensiones inflacionistas, pueden provocar caídas significativas en las valoraciones inmobiliarias, especialmente en áreas periféricas o con exceso de oferta.

El acceso a la financiación hipotecaria, determinado tanto por los tipos de interés como por los criterios de concesión establecidos por las entidades financieras, tiene un impacto directo en la demanda efectiva de vivienda. Restricciones en el acceso al crédito, como mayores exigencias de ahorros previos o límites en la relación préstamo-valor, pueden reducir el número de potenciales compradores y, consecuentemente, presionar a la baja las valoraciones inmobiliarias.

Las políticas fiscales relacionadas con la vivienda, como deducciones, bonificaciones o, por el contrario, incrementos impositivos, también influyen en las decisiones de compra y, por tanto, en las valoraciones. Incentivos fiscales para determinados colectivos o tipos de inmuebles pueden generar incrementos localizados de demanda y, consecuentemente, revalorizaciones específicas en ciertos segmentos del mercado.

Tendencias y proyecciones del mercado local

Más allá del contexto económico general, las dinámicas específicas del mercado inmobiliario local tienen un peso decisivo en la valoración de propiedades. Cada ciudad, e incluso cada barrio dentro de una misma ciudad, puede presentar tendencias diferentes dependiendo de factores como el desarrollo urbano, los flujos migratorios o las inversiones previstas en infraestructuras y servicios.

Las proyecciones de crecimiento o transformación urbana influyen notablemente en las expectativas de revalorización futura de las propiedades. Zonas en proceso de regeneración, barrios emergentes o áreas que serán beneficiadas por nuevas infraestructuras de transporte suelen experimentar incrementos progresivos en sus valoraciones, anticipando las mejoras futuras. Este fenómeno, conocido como gentrificación, puede suponer importantes revalorizaciones en áreas previamente deprimidas.

La presencia de proyectos emblemáticos, como centros culturales, instalaciones deportivas o grandes desarrollos comerciales, puede actuar como catalizador para la revalorización de zonas enteras. Ejemplos como el "efecto Guggenheim" en Bilbao o la transformación del distrito 22@ en Barcelona ilustran cómo determinados proyectos pueden cambiar radicalmente las perspectivas de valoración de un área urbana completa.

Oferta y demanda en el sector

El equilibrio entre oferta y demanda constituye el mecanismo básico de formación de precios en el mercado inmobiliario. Las zonas con alta demanda y oferta limitada, como centros históricos o barrios consolidados con pocas posibilidades de nuevas construcciones, tienden a mantener valoraciones estables o crecientes incluso en contextos económicos adversos.

La tipología predominante en la demanda local también influye en las valoraciones específicas de cada tipo de inmueble. En zonas con alta presencia de familias, las viviendas de tres o cuatro dormitorios suelen mantener una demanda sostenida, mientras que en áreas con predominio de jóvenes profesionales o inversores, los apartamentos o estudios pueden alcanzar valoraciones proporcionalmente más elevadas por metro cuadrado.

La relación entre alquiler y compra es otro factor relevante en la valoración inmobiliaria. En mercados donde la rentabilidad por alquiler es atractiva (relación entre el precio de compra y la renta anual obtenible), los inmuebles suelen atraer mayor interés inversor, lo que puede presionar al alza las valoraciones. Este fenómeno es especialmente visible en grandes ciudades o zonas turísticas, donde el mercado de alquiler tiene especial dinamismo.

El ratio precio de venta/precio de alquiler, conocido como multiplicador de alquiler, es un indicador clave para los inversores inmobiliarios. Un multiplicador bajo (12-15 años) sugiere una buena oportunidad de inversión, mientras que multiplicadores altos (25-30 años) pueden indicar sobrevaloración en el mercado de compra.

Elementos sociodemográficos que impactan el valor inmobiliario

Los factores sociodemográficos juegan un papel fundamental en la configuración del mercado inmobiliario y, consecuentemente, en la valoración de las propiedades. Las características de la población que habita o busca residir en una determinada zona influyen directamente en la demanda de viviendas y en las tipologías más solicitadas, lo que repercute en los precios y valoraciones.

Los cambios demográficos como el envejecimiento de la población, la reducción del tamaño medio de los hogares o los movimientos migratorios pueden transformar radicalmente el mercado inmobiliario de una zona. Estas tendencias sociales generan nuevas necesidades habitacionales y modifican las preferencias en cuanto a ubicación, tamaño y características de las viviendas demandadas.

El prestigio social asociado a determinadas zonas o barrios también constituye un factor intangible pero real en la valoración inmobiliaria. Áreas tradicionalmente vinculadas a un elevado estatus socioeconómico suelen mantener valoraciones premium independientemente de las fluctuaciones del mercado general, debido tanto a su escasez como al valor simbólico que representa residir en ellas.

Nivel socioeconómico predominante en la zona

El nivel de renta y la estructura socioeconómica de los residentes en una zona determinan en gran medida el rango de valoraciones inmobiliarias predominantes. Las áreas con residentes de mayor poder adquisitivo suelen presentar inmuebles con precios más elevados, no solo por la mayor capacidad de pago de sus habitantes, sino también por las características diferenciales de los servicios, comercios y equipamientos presentes en estas zonas.

La homogeneidad o heterogeneidad social de un barrio también puede influir en su valoración general. Zonas con población diversa en términos socioeconómicos pueden experimentar procesos graduales de transformación, especialmente cuando se producen fenómenos de gentrificación, con la llegada progresiva de residentes con mayor poder adquisitivo que impulsan al alza las valoraciones inmobiliarias.

El nivel educativo predominante entre los residentes de una zona suele correlacionar positivamente con las valoraciones inmobiliarias. Áreas con alta concentración de profesionales cualificados o con formación superior tienden a presentar mayor estabilidad económica y, consecuentemente, mayor capacidad para mantener y revalorizar las propiedades residenciales.

Perfil y preferencias de los compradores

Las características demográficas y las preferencias de los potenciales compradores en cada zona influyen decisivamente en qué tipo de inmuebles son más valorados y, por tanto, alcanzan mejores precios. Factores como la edad media, la estructura familiar predominante o las tendencias laborales condicionan la demanda de determinadas tipologías de vivienda.

En zonas con alta presencia de familias con hijos, las viviendas espaciosas con tres o más dormitorios, proximidad a centros educativos y zonas de esparcimiento infantil suelen tener mejor valoración. Por el contrario, en áreas con predominio de jóvenes profesionales o parejas sin hijos, los apartamentos modernos, bien comunicados y con servicios comunitarios pueden alcanzar valoraciones proporcionalmente más elevadas.

Las nuevas tendencias de trabajo, como el auge del teletrabajo acelerado por la pandemia de COVID-19, han modificado las preferencias de muchos compradores, incrementando la valoración de espacios adicionales que puedan habilitarse como despachos o áreas de trabajo, así como de viviendas en entornos menos congestionados pero bien conectados digitalmente. Esta evolución en las preferencias de los compradores ilustra cómo los cambios sociales pueden afectar directamente a las valoraciones inmobiliarias.

Seguridad y reputación del vecindario

La percepción de seguridad constituye uno de los factores intangibles con mayor impacto en la valoración inmobiliaria. Las zonas con bajos índices de criminalidad y buena reputación en términos de seguridad ciudadana suelen mantener valoraciones más elevadas y estables, incluso en periodos de ajuste del mercado general. Este factor es especialmente relevante para determinados perfiles de compradores, como familias con niños o personas de edad avanzada.

La presencia de sistemas de seguridad comunitarios, como vigilancia privada o circuitos cerrados de televisión, puede incrementar significativamente el valor de las propiedades en una urbanización o complejo residencial. De igual manera, la proximidad a instalaciones policiales o de emergencias suele considerarse un elemento positivo en términos de seguridad percibida y, por tanto, de valoración inmobiliaria.

La imagen social y la reputación de un barrio o distrito, construidas a lo largo del tiempo, influyen en la demanda de viviendas y, consecuentemente, en sus valoraciones. Esta percepción colectiva, aunque subjetiva, genera efectos reales en el mercado inmobiliario y puede ser difícil de modificar a corto plazo, incluso cuando se producen mejoras objetivas en las condiciones materiales de la zona.

Factores legales y normativos a considerar

El marco legal y normativo que regula el sector inmobiliario establece condiciones que afectan directamente a la valoración de las propiedades. Las regulaciones urbanísticas, fiscales y administrativas conforman un entramado complejo que puede tanto potenciar como limitar el valor de mercado de los inmuebles, dependiendo de las circunstancias específicas de cada propiedad.

La seguridad jurídica asociada a una propiedad es un elemento fundamental en su valoración. Inmuebles con situaciones urbanísticas irregulares, cargas o limitaciones legales suelen experimentar descuentos significativos en su valoración, debido tanto a los costes potenciales de regularización como a la incertidumbre jurídica que generan para futuros adquirientes o entidades financieras.

Las normativas relacionadas con la protección patrimonial o medioambiental pueden tener efectos ambivalentes sobre la valoración inmobiliaria. Por un lado, pueden suponer limitaciones a la hora de realizar modificaciones o ampliaciones, lo que potencialmente reduce su valor de mercado. Por otro lado, pueden garantizar la preservación del entorno y el carácter singular de la zona, contribuyendo a mantener o incrementar el atractivo general del área y, consecuentemente, sus valoraciones a largo plazo.

Regulaciones urbanísticas vigentes en el área

La clasificación urbanística del suelo y las ordenanzas municipales determinan qué usos están permitidos en cada zona y bajo qué condiciones pueden desarrollarse, influyendo directamente en la valoración de los inmuebles. Propiedades ubicadas en suelo urbano consolidado suelen tener mayor seguridad jurídica y, por tanto, valoraciones más estables que inmuebles en zonas con planeamiento pendiente de desarrollo o en áreas con expectativas de recalificación.

Los índices de edificabilidad establecidos en el planeamiento urbanístico, que determinan cuántos metros cuadrados pueden construirse en una parcela determinada, tienen un impacto directo en su valor. Terrenos o edificios con posibilidades de ampliación o con edificabilidad no agotada pueden alcanzar valoraciones superiores, especialmente para compradores con interés en desarrollar proyectos inmobiliarios.

Las regulaciones específicas en zonas históricas, áreas de especial protección o distritos con normativa particular pueden tanto limitar como potenciar el valor de los inmuebles afectados. Por ejemplo, edificios catalogados o con elementos arquitectónicos protegidos pueden enfrentar restricciones para su modificación, pero también pueden beneficiarse de su carácter único y de posibles incentivos fiscales para su conservación, factores que influyen en su valoración final.

Impuestos y tasas asociados al inmueble

La carga fiscal asociada a la propiedad inmobiliaria tiene un impacto directo en su rentabilidad neta y, por tanto, en su valoración. Impuestos recurrentes como el IBI (Impuesto sobre Bienes Inmuebles), tasas municipales o gastos de comunidad elevados pueden reducir el atractivo de un inmueble, especialmente para inversores que analizan la rentabilidad neta de la propiedad.

Las diferencias fiscales entre municipios o distritos pueden generar variaciones significativas en la valoración de inmuebles similares. Zonas con políticas fiscales más favorables, como bonificaciones en el IBI para determinados colectivos o tipos de inmuebles, pueden resultar más atractivas para ciertos compradores y, consecuentemente, mantener valoraciones relativamente más elevadas.

Los impuestos asociados a la transmisión de la propiedad, como el Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales (ITP) o el Impuesto sobre el Incremento del Valor de los Terrenos de Naturaleza Urbana (IIVTNU, comúnmente conocido como plusvalía municipal), también pueden influir en las decisiones de compra y, por tanto, en la formación de precios en el mercado inmobiliario.

Situación legal y documentación del propietario

La situación jurídica específica de cada inmueble constituye un factor determinante en su valoración. Propiedades con la documentación completa y actualizada, inscritas correctamente en el Registro de la Propiedad y con todos los permisos y licencias en regla suelen mantener su valor de mercado íntegro, mientras que aquellas con irregularidades documentales pueden experimentar descuentos significativos.

La existencia de cargas o gravámenes sobre el inmueble, como hipotecas, embargos, servidumbres o derechos de usufructo, afecta directamente a su valor de mercado. Estas limitaciones reducen la libertad de disposición del futuro propietario y, en algunos casos, pueden generar costes adicionales para su cancelación o regularización, lo que se traduce en valoraciones más bajas.

El régimen de propiedad del inmueble también influye en su valoración. Viviendas en régimen de propiedad plena suelen alcanzar valoraciones más elevadas que aquellas sujetas a regímenes especiales, como viviendas de protección oficial con limitaciones temporales en su precio de venta, inmuebles en derecho de superficie o propiedades con algún tipo de copropiedad o multipropiedad.